Apertura Conjunta de Actividades de Colegios Mayores y Residencias Universitarias
El día 3 de noviembre de 2016 tuvo lugar el Acto de Apertura de Actividades de Colegios Mayores y Residencias Universitarias pertenecientes a la Universidad de Granada en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias.
Os dejamos aquí el Orden del Acto:
– Intervención conjunta de las Alumnas: D.ª Águeda Pérez Ortega, Alumna de 5º curso en grado de ADE y Derecho, del Colegio Mayor Montaigne y de D.ª Francesca Ambrogetti-Rosetti Tato, Alumna de 4º curso en grado de Derecho y Políticas, de la Residencia Universitaria Carmen Sallés, que versará sobre: “ADN: marca de nuestras experiencias”.
– Intervención de D.ª Teresa Ortega López. Vicerrectora de Responsabilidad Social, Igualdad e Inclusión.
– Intervención del Prof. Dr. D. Ramón Villares Pérez, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela y Presidente del Consejo de Cultura Gallega, que pronunciará la conferencia con el título: “Las migraciones, ayer y hoy”.
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– Intervención de D.ª Pilar Aranda Ramírez, Rectora Magnífica de la Universidad de Granada.
– “Gaudeamus Igitur”
Tuvimos el gran honor de presidir el Acto junto a la Residencia Universitaria Carmen Sallés. El discurso elaborado por una de las miembros de nuestro Consejo Colegial, Águeda Pérez; y por Chesca Ambrogetti, Decana de la residencia Carmen Sallés, fue muy emotivo y reflejo perfecto de lo que supone pertenecer a instituciones como éstas durante la etapa universitaria. Os lo dejamos aquí para los que no pudieron asistir a este Acto.
ADN: LA MARCA DE NUESTRAS EXPERIENCIAS
SRA RECTORA DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA DOÑA PILAR ARANDA, SR.DON RAMÓN VILLARES PÉREZ, MADRE HENAR YUBERO DIRECTORA DE LA RESIDENCIA UNIVERSITARIA CARMEN SALLÉS, DOÑA MAR JIMÉNEZ MAÑAS DIRECTORA DEL COLEGIO MAYOR MONTAIGNE, COLEGIALES Y COLEGIALAS, RESIDENTES DE LOS DIFERENTES COLEGIOS MAYORES Y RESIDENCIAS UNIVERSIRTARIAS, PROFESORES, EQUIPOS DIRECTIVOS,AMIGOS, QUERIDOS TODOS:
No es un título al azar el que hemos escogido para estas palabras de hoy, un 3 de noviembre de 2016, después de algunos años de Universidad y de convivencia enriquecida en las paredes de un Colegio Mayor y Residencia Universitaria. ¿Por qué podemos considerar nuestras experiencias como colegiales y residentes parte de nuestro ADN? A todos los presentes: ¿Podéis imaginaros viviendo en otro mayor o en otra residencia? ¿Compartiendo desayunos y cenas con otras personas? ¿Seríais capaces de imaginar cómo sería vuestra etapa en la Universidad sin haber formado parte de la familia a la que pertenecéis, a la casa dónde año tras año volvéis para estudiar y vivir?
Ambas nos encontramos aquí sabiéndonos afortunadas por poder afirmar, no solo como parte del Consejo Colegial sino como unas colegiales y residentes más, que hemos vivido la Universidad de una forma distinta a todos aquellos que no han tenido la posibilidad, la suerte o las ganas de pertenecer a una Institución como la nuestra. Formar parte de una Residencia o de un Colegio Mayor es un valor añadido sobre nuestras vidas del cual no tenemos que convenceros porque vosotros y vosotras ya lo poseéis.Las experiencias de nuestra vida marcan toda una serie de acontecimientos que nos llevan a ser quien somos hoy, con nuestros aciertos y nuestros recelos, pero sin duda, con la madurez y la fuerza que te da pertenecer a un Colegio Mayor o Residencia Universitaria.
Cuando hace 5 años pusimos por primera vez el pie en la que sería nuestra ciudad, lo hicimos solas, asustadas, con nervios y a la vez con mucha ilusión por ir descubriendo poco a poco lo que nos depararía nuestra etapa universitaria. Si echamos la vista atrás recuerdo que la “mochila” que llevaba pesaba poco al compararla con esta otra que, hoy día, se ha ido llenando de experiencias, de conocimientos de nuestros grados, de las diferentes luces del día y de la noche de la ciudad de Granada y de RELACIONES, muchas y muy buenas relaciones que nos acompañaran durante toda la vida. Y, cuando finalice esta dulce etapa en mi Colegio Mayor (permitidme que tenga debilidad con mi Montaigne) , y en el caso de mi compañera en su Residencia Universitaria: serán años llenos de risas, besos y abrazos, en cualquier momento, cuando menos lo esperaba, no solo de mis compañeras y amigas sino también de toda la gente que forma parte del colegio; también algunas lágrimas en momentos difíciles siempre superados con una taza de café en una habitación y hablando de la vida y por qué no… del tiempo. Son miradas y sonrisas, de aquellas con las que no hacía falta decir nada más, ya fuese por alguna de nuestras travesuras o simplemente por complicidad.
Y aquí estamos, convencidas, agradecidas e ilusionadas de formar parte de esto, y de poder daros nuestro humilde punto de vista. Si algo hemos aprendido a lo largo de los últimos años es a convivir y a dar valor a cosas que en casa no le dábamos. Cuando llegamos a Granada, con menos edad y experiencia y con la intención de pasar los mejores años de nuestras vidas, no pensábamos que formar parte de una Institución como la nuestra sería tan importante, hasta el punto de ser una familia tan grande como variopinta, llena de personas que día tras día nos ayudan a crecer como colegiales y profesionales. El hecho de pertenecer a una Residencia o a un Colegio Mayor con un recorrido en la historia de la que ya es nuestra ciudad ha condicionado nuestras vidas, siempre para bien, hasta el punto de considerarlo un sumatorio, tanto a nivel académico como personal, el valor añadido del que antes hablábamos.
Nuestros Mayores y Residencias Universitarias proporcionan las herramientas necesarias para una formación humana, cívica, ética y social mucho más completa a través de un término que acuñó Diez del Río “complementariedad formativa” que viene a completar la formación académica que en un principio era nuestro objetivo principal.
El cardenal John Henry Newman dijo en una ocasión que “cuando un grupo de jóvenes despiertos, curiosos y observadores, como sólo los jóvenes pueden serlo, viven en comunidad podemos estar seguros de que aprenderán unos de otros aunque no haya nadie que les enseñe”. Esa comunidad ideal de jóvenes universitarios es lo que nosotras y nuestras compañeras encontramos cuando volvemos cada día de nuestras clases y actividades.
Las reuniones y asambleas nos han permitido expresarnos, desarrollar el sentido crítico y lograr cambios que nunca creímos posibles pero que hemos logrado gracias al diálogo y la lucha por la consecución de nuestras metas. Cada rincón de nuestro Mayor o Residencia, habla por sí mismo, cada experiencia vivida es única y ha dejado una huella indeleble en nosotros que siempre permanecerá para recordarnos de dónde venimos y en qué nos hemos convertido, moldeados por una vida de Colegio Mayor que pocos pueden imaginar, llena de verdaderos valores que nos va perfilando como ciudadanos capaces de asumir los nuevos retos que nos plantea la sociedad.
Hace poco más de un mes y medio inició el curso académico 2016-2017 y como todos trajo con él nuevas personas a nuestras vidas y a nuestras casas, como se llevó a otras para que comenzaran también una nueva etapa en las suyas. De aquellas que se fueron, como esperamos que ocurra con las que han llegado, aprendimos innumerables lecciones sobre el esfuerzo, la tolerancia, la empatía y la hermandad. Pues éstos son valores propios que desarrollas solo por el hecho de convivir día a día con personas que no son como tú, que tienen gustos y costumbres distintos a ti. El respeto y el compañerismo por tanto se convierten en los pilares fundamentales que sustentan la vida en nuestras casas.
Aprendemos innumerables cosas. Aprendemos a comprometernos y a dar lo mejor de nosotros/as mismos/as, y a sufrir los golpes del fracaso y las alabanzas de las victorias, todo esto con la certeza de que siempre hay alguien velando por nosotros/as y por nuestro bienestar pero que es a mí a quien le corresponde ser responsable de mi misma. Son muchos momentos con cierto toque particular los que nos enseñan a estar en nuestro sitio y actuar acorde a las circunstancias particulares de cada ocasión, reafirmando que merecemos estar aquí y sacar el mayor provecho de todo lo que se nos ofrece.
Además, lo más importante que nos llevamos de este periodo es la familia que formamos, que año tras año crece. Estas amigas que hemos hecho son las que en nuestros días bajos nos levantan y las compañeras con las que compartes como si fueran hermanas. También de ellas aprendemos, convirtiéndonos en expertas en todo tipo de disciplinas, consecuencias de convivir con futuras médicas, filólogas, músicas, juristas, entre otras.
Pero la mayor preocupación de nuestras directoras y sus equipos no es que seamos grandes profesionales, que también, sino sobre todo que seamos buenas personas. Es por ello que invierten tanto tiempo y esfuerzo en formas mujeres y hombres libres y responsables, ayudándonos a desarrollar nuestra capacidad crítica frente a la manipulación de los productos de la cultura, de la ciencia y de la tecnología. Además de formarnos como seres sobresalientes en humanización y ciudadanía: libertad, igualdad, solidaridad, respeto, tolerancia…valores que ya hemos señalado, y que tan importantes son en nuestra sociedad.Promoviendo y fomentando la convivencia; pues, como aquí se viene insistiendo, la mayor formación que en los Colegios Mayores puede adquirirse en la actualidad es la que proviene de la vida de convivencia. Se fomenta, por eso, la vida de comunidad a través de las actividades de ocio y culturales, deportivas y formativas. Bien entendido que las actividades sólo cumplirán este objetivo en cuanto que y en el grado en que son participadas, siendo fundamental el espíritu de equipo y las ganas de formar parte de este tipo de vida.
Una de las enseñanzas más importantes que me llevo de mis años como residente ha sido “combatir la costumbre”. Es cierto e innegable que todo lo que representamos como institución tiene un aire consuetudinario, pues es la tradición lo que hace que los Mayores y las Residencias tengan su encanto, su fama y que coincidas con hijas de antiguas. No es la costumbre que proviene de la tradición la que hemos combatido y ya casi extinguido, sino aquella que viene de la pereza y la falta de ganas de mejorar. Es aquella invocada para casi todo cuando no tenemos ideas nuevas ni las queremos tener, cuando la novedad ha desaparecido, incluso de nuestras propias búsquedas. Esta costumbre ha sido declarada como nuestro mayor enemigo, pues no hay ley más pesada, ni más destructiva, que la de tener que hacer cosas porque siempre se han hecho así.
Vivir en comunidad, obliga a renovarse día tras día y año tras año, para conseguir diferenciarnos y hacernos más fuertes, a pesar de la crisis económica, de la crisis de valores… A pesar del paso del tiempo. No importa si somos de primero, de segundo o de último año, todos formamos parte de este proyecto y tenemos una misma labor: servir a los demás, como los demás lo hacen con nosotros. La mejor forma de acabar con el costumbrismo malsano no es otra que preguntarnos qué es lo que podemos hacer para mejorar nuestras vidas y las de nuestras compañeras, para que el proyecto y el hogar del que formamos parte perdure cuando nos marchemos y lo dejemos en mejores condiciones que cuando llegamos.
Ese es el espíritu que permite que esta noche estemos aquí, juntos, compartiendo y sintiendo que formamos parte de algo bastante más grande que nosotros como seres individuales. Pues la vida en colegios y residencias no es solo una etapa, sino una actitud, que proviene de los valores que hacemos nuestros cuando pasamos a formar parte de ellos.
Si El ADN se puede considerar como un almacén cuyo contenido es la información, el mensaje que nos llega desde los CCMM y RRUU a todos los que formamos parte de la comunidad universitaria está lleno de optimismo y de sentido. La formación integral que se nos ofrece en nuestros Colegios y Residencias no es pasajera, te marca, te impregna tanto a nivel académico como en lo personal, y consideramos que esta educación es necesaria para construir y sostener el nuestro futuro y por tanto, el de esta sociedad.
¿Quién nos iba a decir todo lo que nos iba a deparar la elección de un Colegio Mayor para nuestra estancia en Granada?
Con el paso del tiempo, a pesar de mucho desearlo, he descubierto que no se puede echar el tiempo atrás, pero si existiese esa posibilidad ni me pensaría por un momento volver a elegir al Montaigne como mi hogar, como referente de mi etapa universitaria y parte fundamental de la persona en la que me he convertido y de la que estoy orgullosa de ser.
Creo que nunca encontraré palabras de agradecimiento a todo lo que me ha aportado y me está aportando formar parte de esta familia que se ha convertido en fundamental en mi vida. Pero sobre todo lo que me aportará porque aunque esto es una etapa que algún día finalizará el recuerdo de todas las experiencias y vivencias que se han producido en mi casa, el Montaigne, quedarán conmigo el resto de mi vida.
Tras el acto disfrutamos todos juntos de una cena en los Comedores Universitarios en compañía del resto de Colegios Mayores y Residencias Universitarias.
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